El pasado viernes 04 de marzo nos tocó la dicha de ser el ministerio que dió inicio a las 40 Horas de Adoración al Santísimo en la Casa de la Anunciación y de verdad fue una experiencia inolvidable y única como todo lo que va de la mano del Señor, pero en mi corazón tengo grabada una escena que me conmovió y que se repite sin cesar en mi mente y al recordarla me lleno de gozo, sabiendo que indiscutiblemente Dios estaba ahí con nosotros y estaba felíz por lo que allí se estaba viviendo y más felíz aun, porque incluso los pequeños "Los Niños" asistieron para adorarle... Si así es, al iniciar esta adoración me tocó presenciar cuando un padre joven llegó con su hijo de quizas un año y medio de edad y se postró delante del santísimo en el piso y comenzó a adorar a el Señor y mientras el padre adoraba al Señor, el niño comenzó a tomar confianza y a hacernos gracias a nosotros que estabamos cantando y llevando la noche. Primero, nos señalaba y se reia y en su sonrisa podiamos ver la sonrisa de Dios y luego perdiendo la timidez se acercó a Natalia y comenzo a jugar con ella, luego de un rato el niño se devuelve de donde Natalia hacia donde su padre y cuando pasa frente al Santísimo lo señala como si hubiese visto a alguien (igual que cuando nos vió a nosotros) y comenzó a sonreirse con el Santísimo, miraba al papá y luego volvía a mirar el Santísimo y luego procedió a hacerle al Santísimo las mismas gracias que nos había hecho a nosotros y asi estuvo un buen rato y en mi interior solo me decía, "Ahora entiendo, porque dices en tu palabra, que hay que ser como niños para entrar al reino de los cielos, pues solo los niños con su inocencia, cariño sincero y sencillez pueden sentir y ver a Dios en todo su esplendor y majestad". No cabe duda, que este niño estaba ante la presencia de Dios alabandolo a su forma, como podia y con lo que tenia (todo su ser)...
Gracias le doy a Dios, por darme el privilegio de servirle en estas 40 Horas de Adoración y por permitirme presenciar estos momentos memorables, que me hacen querer seguirle hasta al final de mis días...
Escrito por: Raúl González un Testigo del Amor de Dios.
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